Angoulême 2022

Tras la no celebración del evento en 2021 a causa de la pandemia y un retraso de última hora debido a un repunte de los contagios en diciembre, finalmente y tras muchas incertidumbres, el festival de Angoulême ha podido volver a celebrarse este año. Así que con muchas ganas y mucha ilusión, allá fuimos otra vez más.

Normalmente, en el Festival international de la bande dessinée d’Angoulême hace frio, pero mucho frio. Eso es debido a que se suele celebrar en enero y algún año con nevadas muy copiosas. Este año se retrasó a marzo y eso se notaba en el ambiente. Hacía frio, pero menos. Viento, bastante, sobre todo cuando andabas por el centro, más elevado que el resto de la ciudad. Pero en general, hacía un tiempo agradable para pasear e ir de un lado a otro. Porque otra cosa no, pero en Angoulême hay que caminar bastante si quieres acudir a todos los actos y exposiciones. Hay un autobús que te lleva gratuitamente por toda la ciudad y no veas como se agradece. Pero los paseos a patita y sobre todo el plantarte durante horas en las exposiciones, eso no te lo quita nadie.

La verdad es que de un año para otro (que han sido dos) , no parece haber cambiado mucho la cosa e incluso hay que decir que ha sido una edición algo conservadora. Quizá el miedo a la falta de público ha hecho que faltara un poco de brillo por todos lados. No es que se notara especialmente en nada, pero a las exposiciones les faltaba algo de la espectacularidad habitual en este evento. Las obras allí expuestas eran magnificas pero a veces la presentación era algo pobre. Un ejemplo de ello era la exposición de Blain, en un ambiente muy apagado y con todas las paredes pintadas de negro. Los originales allí expuestos me dejaron bastante alucinado y con la boca abierta un buen rato, pero la ambientación era algo deprimente. Es posible que se haya diseñado así, pero un poco más de luminosidad no hubiera estado de más.

Curiosamente la exposición que más me impresionó fue la más sobria de todas, Loo Hui Phang, écrire est un métier (Loo Hui Phan, escribir es una carrera). La exposición tenía dos partes, la primera con los retratos de una gran cantidad de guionistas con una descripción de quienes eran y cuales eran sus grandes obras y una pregunta final bastante inquietante: ¿puedes ganarte la vida escribiendo? Como os estaréis imaginando la mayoría de respuestas eran demoledoras y muy negativas y la mayoría de ellos contaban que tenían que compaginar su carrera de escritor con otros trabajos o realizar una cantidad de guiones elevadísima para llegar a fin de mes. Para mi fue un bajonazo bastante grande el encontrarme con una foto de nuestro Antonio Altarriba y leer que que gracias a que estaba jubilado y su pensión no tenía tantas preocupaciones a la hora de escribir. Estar jubilado para poder permitirse ser guionista de cómics, es simplemente descorazonador.
La otra parte de la exposición era una serie de las pancartas típica de una manifestación, con preguntas muy interesantes como: ¿por qué cuándo un dibujante vende un original de la obra, un porcentaje no va al guionista gracias al cuál también existe esa historia?
Una exposición bastante demoledora, ya que si ser dibujante de cómics esta jodido, ser guionista directamente es una autentica desgracia si quieres poner un plato en tu mesa.

Cambiado de tercio, una de las exposiciones estrellas de esta edición, la de Chris Ware, me pareció excesivamente agobiante al contemplar una detrás de otra las milimetradas páginas del autor. Cada una de ellas es un ejercicio tan calculado de diseño que verlas tan juntas me resultó bastante claustrofóbico. Es algo completamente personal, Ware me sobrepasa en todos los sentidos. Cuenta tanto y lo tiene todo tan calculado, que sus páginas me terminan ahogando. Es un genio, pero es demasiado genio para mis gustos.

La otra exposición realmente sorprendente, y que tiene mucho que ver que es la que más trabajo de producción tenía, fue la dedicada a Taksuki Fujimoto. Una puesta es escena espectacular, en ocasiones terrorífica, donde se iban reproduciendo escenas de Chainsaw Man, Fire Punch y la gran Look Back a la que dedicare un post aparte. En este espacio de Angoulême (L’Alpha Médiathèque) siempre realizan unos montajes bastante inmersivos que merece la pena visitar en cada visita.

El resto de exposiciones también merecían bastante la pena, sobre todo las de Badouin, la dedicada a los guiones de Goscinny y la que contaba la vida de Shigeru Mizaku… ah sí, y la de Blain, maldita sea como dibuja el condenado.

En cuanto a otros aspectos el festival es siempre una experiencia muy enriquecedora. Descubres autores y obras de gran calidad que te han pasado desapercibidas durante toda tu vida a la vez que respiras un respecto hacía el cómic como el que no se tiene en ningún otro lado. Es sobre todo muy inspirador ver la cantidad de grupos escolares que se acercan al evento y todo el espacio que se dedica al «cómic joven». En Francia tienen claro que el cómic no es solo para niños muy niños o adultos muy adultos, sino que esa franja intermedia que atraviesa la adolescencia es muy importante para consolidar la afición al medio.

La visita a Angoulême es una paliza, no es fácil llegar y cuesta encontrar alojamiento, pero creo que es una experiencia que todo aficionado a los cómics debería vivir al menos una vez en su vida. Es algo completamente diferente y que te hace darte cuenta que eso que consideramos una simple afición, es un poderoso vehículo para trasmitir ideas y emociones, además de una industria que mueve mucho dinero. Habra que volver… siempre y cuando otro evento catastrófico no lo vuelva a retrasar, que al ritmo que vamos…

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