En las sombras Will Eisner – II

This entry is part 2 of 2 in the series En las sombras

Ayer nos quedamos en el punto donde Eisner e Iger estaban montado su propio estudio y llenandolo de dibujantes. Vamos a explicar un poco en que consistían este tipo de estudios y como se trabajaba en ellos.

eisnerspirit.jpgLlenos de dibujantes, rotulistas, guionistas y toda persona que fuera necesaria para la realización de un cómic, los estudios o «shops» eran lugares de trabajo similares a una cadena de montaje. Todos los artistas se juntaban en una gran sala donde las mesas de dibujo se colocaban una al lado de la otra para ir poder pasándose las páginas según fueran terminado su parte del trabajo. Unos hacían los bocetos a lápiz, otros le daban el acabado al entintarlo, otros hacían los fondos, etc. La idea era producir el mayor numero posible de páginas en el menor tiempo posible para aprovechar la fuerte demanda de la época. Estos estudios tenían además una particularidad propia de un gran empresa: todo el trabajo estaba únicamente firmado por los jefes. Tanto los guiones como los dibujos eran propiedad del estudio por lo que nunca salían de allí firmados por los verdaderos artistas que los habían realizados. Esto, hoy en día se conoce con el nombre de «negro», aquella persona que le realiza el trabajo a otra y no es reconocida por ello y era algo muy habitual en la época. No solo es que fuera algo normal y corriente, es que muchos artistas soñaban con fundar sus propio estudio en las mismas condiciones en las que ellos estaban trabajando. De esta manera, el estudio de Eisner e Iger estuvo formado por varias de las personas que más tarde harían historia en el mundo del cómic como Lou Fine, George Tuska o Jack Kirby entre muchos otros, cuyo trabajo jamás podrá ser reconocido al seguir las pautas marcadas por el artista principal del estudio.

Sin embargo, este sistema también tenía sus ventajas, se cobraba un sueldo fijo al mes y eso daba cierta estabilidad al trabajador, a la vez que le convencía de que era un asalariado más como otro cualquiera y como tal el trabajo era propiedad de la empresa, no suyo. Era un sistema bueno para unas cosas y malo para otras, pero era producto de una época en la que todavía se estaban sacudiendo de los desastres de la Gran Depresión.

Pero volvamos al «shop» de Eisner e Iger. Una vez consolidado su estudio con toda la plantilla contratada, aquello funcionaba a las mil maravillas. Los comics-books se estaban abriendo paso en el mercado con una fuerza arrolladora y la demanda de páginas era cada día mayor. La aparición de personajes como Superman y Batman y otras decenas de superhéroes estaba creando un mercado sano y con ventas millonarias. No se podía pedir nada mejor para el estudio ya que prácticamente les sobraba el trabajo y casi no daban abasto con el que tenían. Aquello había sido uno de esos casos de estar en el lugar correcto en el momento adecuado y aunque no es que nadaran en oro, se podía pensar en aquel trabajo como algo de lo que vivir durante muchos años. Exigía mucho esfuerzo y muchas horas de dedicación pero, comparado con otros muchos trabajos de la época no era un mal trabajo, al contrario, para muchos se acercaba mucho a lo soñado. Pero no para Eisner, cuyos sueños estaban en otra parte.

La reputación del estudio y sobre todo el hecho de que cumplieran las fechas de entrega a rajatabla, hicieron que uno de los sindicatos de la época que publicaba tiras de prensa, concretamente el Register & Tribune Newspaper Syndicate, se pusiera en contacto con Eisner para realizar dieciseis páginas semanales de historieta para la sección dominical de los periódicos. Habitualmente, las tiras de prensa eran los amo y señores de los medios impresos de la época y la meta deseada por cualquier artista, pero los periódicos querían también entrar en el negocio de los comics books al porque allí también se estaba produciendo un gran movimiento de dinero. A Eisner le entusiasmo aquello, pero tenía un problema bastante grande, si aceptaba la oferta tenía que abandonar el estudio, ya que era imposible compatibilizar el dibujar 16 páginas completas a la semana con sus labores empresariales. La decisión tenía que ser rápida ya que el sindicato quería alguien que pudiera empezar en ese momento y si Eisner tardaba mucho en decidirse iban a buscar a otros artistas del medio, que en ese momento parecían que salían hasta debajo de las piedras. Eisner estuvo mucho tiempo dandole vueltas a la cabeza y discutiéndolo con su compañero, que no entendía porque quería abandonar un trabajo completamente seguro y con el que estaban ganando mucho dinero. Por si fuera poco, la Segunda guerra mundial tarde o temprano iba a necesitar de Estados Unidos para su resolución, por lo que era bastante seguro que Eisner fuera llamado a filas, periodo en el que los periódicos no iban a interrumpir la publicación de sus historias, las hiciera el u otro. Y en ese caso, ¿qué se iba a encontrar al volver de la guerra? Aún así, Eisner fue valiente y decidió dar el paso adelante. Era una gran oportunidad y no quería verse toda su vida convertido en el jefe de una fabrica industrial que en vez de tornillos hacía tebeos. Hizo caso omiso de los consejos de su socio y le vendió su parte del estudio. Varios de los que trabajaban allí eran buenos amigos de Eisner y confiaban en su talento por lo que decidieron macharse con el para trabajar como sus ayudantes.

En esas dieciseis páginas que a partir de entonces haría para los dominicales, Eisner se dedicó a contar historias detectivescas y de luchadores urbanos contra el crimen. Siete de esas páginas estarían dedicadas a un personaje fijo llamado The Spirit, que se convertiría en unos de los cómics más importantes de la historia del medio. Aquellas historias se publicaron en 20 periódicos, con más de cinco millones de tirada entre todos ellos. Eisner fue llamado a filas en 1942 y por un periodo de 3 años, sus ayudantes fueron los que realizaron su trabajo sin ser acreditados por ello. The Spirit continuó hasta 1952, año en el que Eisner decidió que sus sueños estaban en otro parte y decidió abandonar por un tiempo el mundo del cómic. Pero volvería para dejar su huella imborrable en la historia del comic book, tal como otros autores lo hicieron con otros personajes, con otras historias, pero todos ellos cumpliendo su sueño: ser los creadores de sus propias historias.

Próximo capitulo: Siegel & Shuster.

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5 comentario en “En las sombras Will Eisner – II”

  1. E. Martin dice:

    Y uno de los colaboradores «anónimos» de Eisner que más huella dejó fué Wally Wood (su estilo es fácilmente reconocible sobre todo en la saga Spirit en el Espacio).

  2. Don Guri dice:

    Esta serie tambien esta resultando interesantisima. Gracias.

  3. katakraos dice:

    ¡Más perspectiva histórica de los tebeos! ¡Esto es la guerra!

    Ahora en serio, me encantan este tipo de entradas.

    Aunque no deje demasiados comentarios sabes que tienes un lector fijo 🙂

  4. turok dice:

    Lo de los «negros» es una tradición que se ha mantenido hasta hoy. ¿O alguien se cree que Brian Bendis, por ejemplo, guioniza todas las series en las que aparece su nombre? ¡Joder, ni aunque le creciera un tercer brazo le daba tiempo a hacer tantos números al cabo del año! En serio, a mí me daría vergüenza poner mi nombre en un trabajo que ha hecho otro.

  5. Un tebeo con otro nombre dice:

    En las sombras Cuestión de derechos – I

    El espectacular éxito de Superman conllevó una bonanza económica tan extraordinaria para la editorial que lo publicaba que muchas otras no dudaron en subirse al carro para crear su propia línea de superhéroes. El hombre de acero iba a traer consigo tod…

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